El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas dieron un golpe de Estado, el
último de una serie iniciada en 1930. Pero esta vez, la violencia de la
represión y las consecuencias de la dictadura instaurada fueron de una
profundidad inédita: se buscaba un radical disciplinamiento y la
imposición de un modelo económico frente a un contexto caracterizado por
la creciente movilización social y política.
Durante los años que duró el golpe de Estado (1976 -1983) se suspendió la actividad política, se disolvió el Congreso y los partidos
políticos; suspendieron los derechos de los trabajadores; intervienieron los
sindicatos, prohibieron las huelgas e intervinieron la CGT. Se destituyó la Corte
Suprema y se suspendió la vigencia de los Estatutos del Docente, además se clausuraron locales
nocturnos, hubo censura de libros, revistas, canciones y medios de
comunicación.
La dictadura implementó así una política de terror y aislamiento. El
temor y el individualismo fueron sus herramientas más eficaces para el
control social. También utilizó la propaganda apelando a frases
siniestras y calificó a las denuncias realizadas por los organismos de
Derechos Humanos como “campaña antiargentina”.
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